Son las dos de la mañana, llevo un día agobiante con crisis de ansiedad y estoy escuchando Placebo mientras escribo esto. Por ahora, nada de lo escrito hace referencia al título de la entrada ni a la imagen... será que estoy espeso...
Pues bien, una de las pocas cosas que hacen que el día de hoy haya medio merecio la pena es el espectáculo medioambiental al que me he visto somentido desde hace unos días: Eolo caminando altivo por las desérticas llanuras almerienses, sembrando a su paso remolinos de polvo y arena que hacían temblar hasta al más fuerte roble; Poseidón embravecido mandando a sus Leviatanes a luchar y hacer que grandes olas chocasen contra la costa, probando la templanza de los valerosos que osaban acercarse a la orilla; Gea retorciéndose y haciendo temblar el suelo como cuando se vió obligada mantener en el Tártaro a sus hijos Titanes por mandato de Urano.
Dioses y Titanes se afanan en demostrarnos que con ellos no se juega, que con su creación no se juega, no con la Naturaleza; pero estamos ciegos. Será entonces cuando su ira estalle, cuando la furia contenida del planeta se desate y se nos muestre en todo su esplendor: la apoteosis de la Naturaleza.
Y entonces, ya no habrá nada que hacer salvo observar impávidos su poderosa magnificencia mientras el mundo conocido desaparece.
~ · ~
Cenizas... silencio... Gea duerme... Céfiro sopla temeroso... Cloris despierta...
Un desello verde; tímida, minúscula, débil, una brizna de hierba comienza a crecer...
Pues bien, una de las pocas cosas que hacen que el día de hoy haya medio merecio la pena es el espectáculo medioambiental al que me he visto somentido desde hace unos días: Eolo caminando altivo por las desérticas llanuras almerienses, sembrando a su paso remolinos de polvo y arena que hacían temblar hasta al más fuerte roble; Poseidón embravecido mandando a sus Leviatanes a luchar y hacer que grandes olas chocasen contra la costa, probando la templanza de los valerosos que osaban acercarse a la orilla; Gea retorciéndose y haciendo temblar el suelo como cuando se vió obligada mantener en el Tártaro a sus hijos Titanes por mandato de Urano.
Dioses y Titanes se afanan en demostrarnos que con ellos no se juega, que con su creación no se juega, no con la Naturaleza; pero estamos ciegos. Será entonces cuando su ira estalle, cuando la furia contenida del planeta se desate y se nos muestre en todo su esplendor: la apoteosis de la Naturaleza.
Y entonces, ya no habrá nada que hacer salvo observar impávidos su poderosa magnificencia mientras el mundo conocido desaparece.
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Cenizas... silencio... Gea duerme... Céfiro sopla temeroso... Cloris despierta...
Un desello verde; tímida, minúscula, débil, una brizna de hierba comienza a crecer...