Esta noche me siento burdeos. Será quizá por haber oído hablar de vinos esta tarde, por haber visto Orzowei en resonancia o por estar escuchando Roxette en estos momentos. Me siento extrañamente alegre...
Esta noche, de regreso a casa, el mar estaba aterciopelado. Imaginad terciopelo azulmarino profundo, pero con reflejos plateados. Así estaba el mar, con la luna llena reflejándose desde lo alto; el viento agitando las olas que rompían furiosas contra las rocas que separan el mar de la tierra, y por ende, de la carretera y mi coche. Mmm, sí, esta noche es una bonita noche. Luna perfecta, mar perfecto, quizá demasiado viento para mi gusto, pero más o menos, todo en su justa medida.
Aun con los cascos puestos, oigo el viento a través de la persiana...
¿Cómo puede una idea infectar una mente de forma tan eficaz? Esto es lo que me está pasando desde hace poco, y no se muy bien ni cómo ni por qué, aunque una ligera idea tengo; el tema: la muerte. He pasado de pensar en que al morir nuestra esencia, ese algo que hace que yo sea yo y que vosotros seáis vosotros prevalece en un mundo paralelo de energías o esencias, a pensar que al morir, fin, pues sólo somos átomos mal puestos y los átomos carecen de consciencia. Y es ahora donde esta idea se ahoga, ¿porque qué sentido tiene que los átomos tengan consciencia? ¿Qué hace que me pregunte todas estas cosas? ¿Qué es la consciencia en sí? ¿Quizá mi idea de las esencias no es tan descabellada como parece? Mmm... sí, estoy raro esta noche...