martes, 23 de febrero de 2010

Y la vida volaba libre al infinito...

Cuando el pequeño petirrojo de cartón buceaba entre soles de medianoche, la buhardilla plateada caía como pompas de jabón sobre la peluda superficie del ojo del ratón. La mariposa feliz de ver que las ardillas miraban con anteojos la voluble cantidad de mirlos mañaneros, surcaba la inmensidad del batido de fresa dentro de la amígdala derecha de su majestad.

Fue entonces, el día 87 de juniembre, el día de todos los todos, cuando la impía avutarda rechoncha correteaba en una ingrávida sensación de embriagadez al chocar sus manos enceradas contra la frígida fresa del diablo. Aire, aire húmedo giraba en torno a la mirada ventral del abejorro mientras la colmena de lentejas subían en tropel hacia las terribles risas de Pablito Un Dos Tres.

Sin más dilación, el reloj marcaba las una con su fina mirada de risas abiertas de mente, que formaban un escándalo barrizado dentro de la grúa amorfa que daba paso al volcán de manila verde. Y cuando llegó al fin la terrible manzana fugaz a la casa de los quesitos azules, el gigante de hierro bajó de su escontdite en el dedal de la abuela para poder al fin regalarle al pollo blanco la entrada al blog que yo escribo.

3 comentarios:

  1. y el pollo blanco, asustado al principio por ver que un gigante de hierro se acercaba él, pero luego tranquilo al ver lo que le entregaba éste, se sorprendió al descubrir el mundo que se habría antes sus diminutos ojos, y era tal la emoción que sentía que todo su cuerpo se extremecía con cada paso que daba hacia esa inmensidad, soltando algunas de sus plumas para dejar huella y que la eternidad sepa que el forma parte de esa maravilla.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Quizá deba responder del mismo modo con el que la entrada fue creada:


    Mas el perro verde de la casa de la loca subía encendiendo bolas de caramelo por la cascada de rubíes fogosos.

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